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Foto: Erick Nazario

Daniel Titinger: "No puedo vivir sin sentir que estoy produciendo"

Diego Olivas Arana

Publicado: 2014-11-14

Daniel Titinger afirma ser periodista antes que todo. La vigilia es su naturaleza y el transcribir, redactar, editar y volver a redactar, el ciclo interminable de su vida. Su obsesión por los datos y el periodismo honesto lo llevan a indagar a fondo en sus personajes, quienes en ocasiones lo han rechazado, intimidados. De día es director periodístico del Depor. De noche –o en cualquier día libre- se entrega enteramente a sus proyectos de periodismo narrativo. Una peculiar dualidad que él considera factible. ¿Qué tan cierta resulta esta aseveración? ¿Puede un periodista dedicarse a tan distintas facetas de la profesión sin enloquecer u traicionarse? ¿Puede él?


Periodista, escritor, centrodelantero y cuchillo, reza la biografía de su Twitter. “Yo hago periodismo. Por lo general prefiero no considerarme escritor. Hasta me da vergüenza”, afirma Daniel. Aun así, publicó los libros Dios es peruano (Planeta, 2006) y Cholos contra el mundo (Planeta, 2012), híbridos que él solo traduce como periodismo, mas son considerados como perfiles y crónicas. Estudió Periodismo en la UPC, donde por un tiempo dictó el curso Taller de Periodismo Literario. Como exponente del llamado ‘Nuevo Periodismo’, ha participado en diversas antologías de crónicas y colaborado en revistas de Estados Unidos y Europa. 

Entre distintas aventuras, ha pasado por el diario El Comercio y por Etiqueta Negra -“mi segunda universidad”- donde marcó su estilo y pasó, con el tiempo, a ser editor general. Desde el 2009 es director periodístico del diario Depor y desde el año pasado de Revistas Amauta, una de las empresas editoriales del Grupo El Comercio encargada de las revistas !HOLA! Perú, Casa y Más, Ruedas & Tuercas, !Vamos!, G de Gestión, Aptitus, Beach Bag, entre otras. Su tiempo libre se consume en transcribir entrevistas, escribir y editar sus proyectos de periodismo literario. Las criaturas que surgen de sus indagaciones. Su verdadero deleite. Daniel Titinger parece vivir turnando oficinas: la redacción del Depor en el jirón Miro Quesada, y aquel apacible espacio en su casa, donde trabaja sus textos. Workaholic por antonomasia. Aquello le tiene sin cuidado.

Ciertamente, parece que sus textos no solo le gustan al escritor Alonso Cueto, quien aseveró que los relatos de Dios es peruano reviven la fe de ser peruano entre nosotros. Han sido traducidos al inglés, italiano y portugués y siguen vendiéndose hasta la fecha, a pesar de la sorpresa del autor. “Hace poco recibí un e-mail de las regalías de mis libros. Es increíble, Dios es peruano creo que va por la séptima edición. Yo no lo comprendo. No estoy nada feliz con eso. Los considero libros menores”.

El próximo proyecto de Daniel es un libro sobre Julio Ramón Ribeyro, acaso un perfil de largo aliento, que será editado por la periodista argentina Leila Guerriero y por el cual ha estado investigando más de dos años. “Estoy poniendo mucho de mí en este libro, pero te apuesto que en un año renegare de él. Es difícil estar realmente feliz con lo que uno escribe”. Por eso Daniel no vuelve a ver lo que publica. Él sabe que está ahí y qué contiene. Recuerda algunas líneas y con eso basta. “Ni la edición del Depor del día me contenta, siempre termino rechazándola. Mi problema es que quiero que cada día el diario sea mejor que el anterior, de eso se trata para mí. Los días que vendiste poco son los días que el diario salió mas feo”.

¿Pero cómo se desenvuelve el oficio del cronista y el de la empresa periodística en una misma persona? “Creo que no hay nada del otro mundo entre las crónicas que escribo y mi trabajo diario. Es posible hacer muchas cosas, y ninguna opaca a la otra, todas las tareas conviven en mí. Quizás porque duermo poco. Quizás porque me gusta mucho trabajar. Qué se yo”.

Efectivamente, Daniel no parece alguien que descanse mucho. Detrás de las lunas de sus ray-ban wayfarer se descubren un par de ojos entrecerrados y unas amables ojeras que probablemente obedezcan a un rasgo natural mas también podrían ser fruto de la eterna vigilia. Su barba medio crecida es un aditivo más para la especulación, sin embargo, todo ello contrasta con su vestimenta: una camiseta a rayas -rojas y blancas-, seguida de un blazer azul oscuro, con botones de distinto diseño y color y un bordado plomo muy peculiar en el cuello. Casual y elegante. Parece estar listo para cualquier escenario. El periodista se encuentra sentado en el escritorio de su oficina en la redacción del Depor, en el sexto piso del clásico edificio de la segunda cuadra del jirón Miró Quesada. Para llegar a su despacho uno debe recorrer un menudo espacio donde se encuentra la redacción, conformada por un puñado de prolíficos jóvenes que, acaso enfocados en sus textos en las computadoras o compartiendo una broma on-line, no reparan en su alrededor. Allí, junto a un cuadro con una caricatura suya y el teléfono, frente a su laptop, y mirando el gran mueble donde se exhiben las publicaciones de Revistas Amauta en su oficina, Daniel se explaya:

“Dirigir Depor y las otras revistas es mi trabajo. Doce horas al día. De eso vivo y, gracias a Dios, es muy divertido. Depor no es un diario de lectura, sino de entretenimiento. Lo considero como un ‘segundo diario’, es decir, no lo compras para enterarte, para eso están los otros. Depor es para distender, para relajarse luego de ver las noticias en las mañana, de ver el océano de sangre, de ver a Eliane Karp exponer sobre Ecoteva, de ver las columnas políticas de los diarios, ahí lees Depor. El éxito del diario demuestra que funciona, a pesar de ser un tanto complicado, pues busca dentro de la mala noticia que es el deporte nacional, la buena noticia, que se puede dar de diferentes maneras. Yo me divierto haciéndolo, todos acá lo hacemos. No digo que sea una escuela de humor, sino que lo hacemos como un diario entretenido. Con Revistas Amauta me pasa lo mismo. Ruedas y Tuercas, !Hola!, todas ellas funcionan igual. Ninguna es política o seria. Incluso Gestión, que va dirigida a los gerentes, empresarios, no es dura, es entretenida. Son inactuales, igual que Depor”.

No hay que indagar tan profundamente para saber que Titinger es quizás el único director de un diario deportivo que además se dedica al periodismo literario. ¿Podría esta ‘mirada distinta’ haber influenciado en el éxito del Depor? “Sucede que yo no soy periodista deportivo. Cualquiera que nunca haya hecho eso y se introduzca desde la intuición podría hacerlo bien. El mérito no es mío, porque yo no pedí hacerlo, sino de quien me contrató y no por buscarme a mí sino por buscar a alguien que justamente no viene del periodismo deportivo y mire las cosas desde afuera: yo no sé quién es quién en el periodismo deportivo. Nunca me he reunido con un jugador de fútbol ni con un DT o dirigente. Cierto que soy un gran aficionado, aunque ya casi no veo los partidos. Siento que este campo del periodismo está venido a menos por culpa de los periodistas deportivos. En Depor tenemos gente joven que quiere hacer las cosas diferente y hacerlas bien”.

Aquello es su trabajo. Por otra parte, lo otro, para Titinger, es todo lo demás. “Lo de la escritura es, quizás, mi vida. No te podría decir un hobby, eso es jugar Play Station o pichanga, soy malo para esas cosas. Para mí escribir es una porquería. Admiro y siento mucha envidia por esos escritores que todo les fluye. A mí no me fluye nada. Tengo que esforzarme mucho. Creo que no me fluye porque yo he sido alumno de periodismo. Antes que cualquier cosa, soy periodista. Eso de cronista es algo que está de moda nada más. Yo soy periodista y hago periodismo. Generalmente no pienso en hacer una crónica o un perfil, pienso en hacer periodismo”.

“Ahora, esto no tiene absolutamente nada que ver con mi trabajo del día a día, pero de no hacerlo, moriría. Es decir, caería en una depresión de la cual es muy difícil salir y en la que ya me he encontrado cuando he dejado de escribir mis proyectos personales. Mi pasión va con la escritura y la reportería. Se trata especialmente de saciar mi curiosidad. En ocasiones me obsesiono muchísimo con algo o alguien y no puedo resolverlo ni en Depor ni en las revistas, como Julio Ramón, que es donde estoy enfrascado hace dos años. Depor y las revistas son mi prioridad, por eso me pagan. Si tengo que estar todo el día lo hago y voy posponiendo lo otro para mis días libres o los fines de semana, pues en las noches o madrugadas ando muy cansado”. Es por ello que Daniel dilata tanto la publicación de sus textos: no quiere mezclar las cosas. “Yo sé que tengo que dedicarme a mi trabajo. No puedo darle todo el tiempo a escribir porque nadie paga las facturas haciéndolo. Solo Vargas Llosa puede, de ahí nadie más”.

De pronto lo llaman por teléfono. Se disculpa y contesta: “Dime, Melissa. Sí voy, tengo una entrevista ahora. Sí. Diles que me esperen. Gracias”. La máxima de no mezclar los oficios está muy presente en Daniel, quien considera casi imposible que su trabajo como director periodístico le dé alguna idea para una crónica. “Es muy difícil que pase eso. Alguna vez, por Depor, se me ocurrió hacer un perfil sobre Burga pero descarté la idea”. Tiempo atrás, publicó un perfil de Martín Adán con la Universidad Diego Portales -el cual estaría incluido en Cholos contra el mundo-. Esto lo llevó a contemplar la idea de explorar escritores peruanos muertos. “No dan tantos problemas como los vivos. De Adán he pasado a Ribeyro y quizás luego vea a Ciro Alegría y así. No tiene absolutamente nada que ver con mi rutina diaria. Esa es la clave, que no exista relación. Por eso tampoco tengo columna en Depor ni en las revistas”.

Existen abanderados más románticos del ‘Nuevo Periodismo’, quienes creen que dedicarse a la empresa periodística te aleja del verdadero corazón de la profesión: escribir, investigar. ¿Es que acaso Daniel cree que está traicionando o ignorando esta cara del periodismo a través de su labor? Él afirma lo contrario. “Definitivamente no. Es decir, hay gente que así lo cree, lo encuentran raro, creen que me he vendido o algo así. Yo no miento ni le hago daño a nadie. Podría decirse eso porque estamos inmersos en un saco terrible de periodismo deportivo donde la competencia del Depor tiene veinte años y nos dan por uno más, pero aquí hacemos un periodismo distinto y sano. No mentimos. No hablamos de la vida privada de los jugadores. Ninguna mermelada. Es solamente entretenido”.

“Hay escritores que trabajan en empresas del Estado, en ministerios. La otra alternativa a trabajar es dedicarse a escribir y yo ya no puedo hacerlo con dos hijos. Podría trabajar en muchos lugares, mientras no traicione mis ideales. Eso no sucede en ninguna de las revistas que dirijo ni en Depor. A veces la gente te señala. Me han llamado ‘vendehumo’, porque, por ejemplo, dijimos que un jugador se iba a un equipo cuando al final no fue así. En realidad en Depor tenemos reuniones muy intensas para ver si está o no en agenda cada tema. Las noticias se pueden caer, pero bueno, a eso le llaman ‘vendehumo’. Contra eso convivo. En fin, no estoy vendiéndome, no mientras hagamos un periodismo honesto en el que creemos, donde la información sea verificada. Es mi trabajo, y podría hacerlo donde sea mientras no me traicione. Uno puede trabajar en una minera quince horas diarias mientras crea que ella realmente hace bien a la comunidad. Puedes ser un abogado, defender causas nobles y luego escribir. Puedes ser un hijo de puta y luego escribir. Ni tu trabajo ni tu vida privada te hacen escribir ni ser un buen escritor. No tiene nada que ver. En cuanto a mí, tengo que trabajar y me tocó esto. Hay que pagar las cuentas, pero faltarle a tus ideales para ello es algo que yo no podría hacer. No podría ser abogado penal o trabajar para un gobierno o empresa con la que no esté de acuerdo. Quizás me he vendido sí, pero al periodismo literario, eso podría ser”.

Otra llamada entrante en su despacho evidencia su agenda copada. “Meli, estoy allá en unos minutos, todavía estoy en reunión en mi oficina. Sí, que empiecen sin mí, yo iré. Gracias”. ¿El dividirse en ambas facetas del periodismo es una excepcionalidad de Daniel? ¿Es que acaso cualquiera puede hacerlo? “Para empezar, debo decir que este trabajo me da todas las facilidades de pensar en el producto periodístico. He trabajado en lugares donde tenía que ver el producto y además la distribución, la impresión, el precio de tapa, esas cosas. Aquí todo corre por su lado, yo puedo dedicarme exclusivamente a ser el director periodístico y pensar en la línea editorial del producto y cómo mejorarlo. Por otra parte ¿qué se necesita para ser publicado? La falta de tiempo es una excusa que debería ser desterrada por el periodista. Yo no considero que tenga talento para escribir, lo que tengo es ganas, muchas ganas de hacerlo. Eso se ve reflejado en la cantidad de tiempo que le dedico. No reniego de ello, por más pesado que sea el esfuerzo. Lo hago porque me gusta. Porque lo necesito. Siento que eso me salva. Hay gente que se va a boxear para escaparse. Yo tengo que escribir. Es algo así. Creo que cualquiera podría hacerlo. Si ganara muy poco dinero en este trabajo quizá mi tiempo libre lo dedicaría solamente en otras cosas para hacer más dinero y así me quedaría un pedacito de tiempo para escribir. Creo que igual lo haría. Quizás sea mi carácter. No puedo vivir sin pensar que estoy produciendo”.

“Creo que los que han escogido esta carrera tienen que dedicarse. Cuando trabajaba en El Comercio tenía una jefa que a las 2:00 a.m. nos repetía la típica frase: ‘el periodismo es un apostolado, quédate, termina tu nota’ y yo la odiaba. Con el tiempo lo he comprendido mejor: no es que el periodismo sea un apostolado sino que cualquier carrera lo es. Si tú tienes pasión por tu trabajo no hay horas que valgan. Yo no reniego de mi trabajo. No reniego por llegar a casa de noche, hecho leña y ponerme a transcribir una entrevista de mi libro. No puedo, es más, soy feliz haciéndolo. Es un poco de faquir, pues ¿cómo te puede gustar sufrir?”.

¿Qué sucede cuando los proyectos de periodismo literario se cruzan con su trabajo? “Vacaciones. Justamente estuve hace unas semanas en Paris, en el coloquio sobre Ribeyro, para continuar mis investigaciones para el libro. Podría salir un año de vacaciones con todas las que no me he tomado por trabajar”. Y es que él no concibe perder el tiempo. Es más, Titinger casi no duerme. Su cuerpo necesita descansar mas probablemente lo haga con los ojos abiertos, como los peces. Necesita pastillas para conciliar el sueño suficiente. Es algo que cala idóneamente con su productiva vida, mas no es fruto de ella, pues Titinger ha tenido esa particularidad desde pequeño. Simplemente no puede dormir, pierde totalmente el sueño. Es su naturaleza. Puede pasar muchos días y noches sin dormir. Ciertamente, lo ha intentado e incluso ha escrito sobre eso. Le han realizado estudios de sueño con doctores. Actualmente duerme entre cuatro o seis horas diarias, todo un logro para él. “Creo que hay que aprovechar esa particularidad. Hay una relación en todo esto. Yo casi no salgo ni tomo, no me gustan las fiestas. Esas horas que mucha gente la dedica ‘al vacilón’, yo la dedico a mi vacilón: escribir. Creo que el que la quiere hacer y no la hace es por flojo”. Infortunadamente, adoptar esta modalidad ha entrado en conflicto con la prioridad más grande para Daniel: su familia. “Siento que le estoy quitando horas a mi esposa y mis dos hijos para dedicarme a escribir. Yo espero que mi familia lo entienda, en el futuro, cuando vean que lo que escriba valga la pena, porque ahora siento que todo lo que he escrito en mi vida no lo vale, mas tengo la idea de que en el futuro haré algo mejor”.

Nuevamente es interceptado por la llamada telefónica. “Meli, sigo en la entrevista acá, ya voy. En diez minutos. Gracias”. A pesar de demandarle la mitad del día, ser director periodístico le sienta bien. No obstante, ¿qué hay de Titinger como periodista literario? ¿Qué papel representa en el supuesto boom del periodismo narrativo en el Perú? “Yo no represento ningún papel en el boom de la crónica en Lima porque no existe tal cosa. Es una estupidez ¡La crónica no está en boga, está en crisis! Lo que pasa es que se han publicado libros y antologías de la crónica, pero no hay nadie. El círculo es pequeño, pero no por ser cerrado o elitista, como algunos dicen. Al contrario. La crónica es para obreros. Yo soy un obrero. Elitistas pueden ser lo que las leen, quizás (risas)”.

“No tengo un rol en el boom de la crónica ni existe la misma porque nadie quiere investigar. Todos quieren escribir, cuando en realidad más se debe reportar. Para mí los datos son lo más importante. Yo me he demorado dos o tres años investigando para escribir y publicar una crónica. Hay que investigar hasta que realmente lo sepas todo. Mira a Julio Villanueva, creo que publica una crónica cada cuatro años aproximadamente. Todos creen que escribir es tener inspiración. Si hablamos de la crónica esto es muy distinto. Escribir no-ficción tiene nada o poco que ver con la inspiración. Ahora los muchachos que salen de las universidades creen que son grandes escritores. Pero lo que hacen está vacío. Pueden tener talento para la prosa y la poesía, pero les falta investigación, les falta periodismo. Yo culpo a Julio por dejar de dictar (risas). Yo también lo dejé, pero Julio era un gran maestro. Muchos de los que dictan en las universidades jamás han escrito una crónica o creen que esta es una rama de la literatura cuando se trata de datos, inmersión. Eso de periodismo de investigación es una tontería para mí, el periodismo ES investigación”.


[Publicado en la revista Carta Abierta Edición 1, noviembre 2013]


Escrito por

Carta Abierta

Revista de contenidos periodísticos realizada por la organización de comunicación social Carta Abierta, conformada por estudiantes, profesores y egresados de la Facultad de Ciencias y Artes de la Comunicación de la PUCP


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